El Espíritu Santo (Hechos 1:1-11)

Idea central

El Espíritu Santo habita en los creyentes, transformándolos y capacitándolos con poder para vivir y compartir el evangelio, cumpliendo la misión que Jesús dejó.

Contexto bíblico

Después de narrar la vida, enseñanzas y obra de Jesús en el Evangelio de Lucas, Lucas continúa su relato en Hechos 1:1-11, donde describe los días después de la resurrección de Jesús. Jesús se aparece a sus discípulos, les instruye sobre el reino de Dios, y les promete el bautismo con el Espíritu Santo. Antes de ascender al cielo, les da la comisión de ser sus testigos en Jerusalén, Judea, Samaria y hasta los confines de la tierra. La ascensión de Jesús marca el fin de su ministerio terrenal y el inicio del ministerio del Espíritu Santo en la iglesia.

Expliquémoslo

1.  El Espíritu Santo mora en nosotros (vv. 1–4)
Lucas comenzó su introducción a su amigo Teófilo explicando que su primer relato (el Evangelio de Lucas) fue escrito para enseñarle todo lo que Jesús comenzó a hacer y a enseñar. En esta segunda carta (el libro de los Hechos), Lucas continúa la historia describiendo lo que sucedió después de la ascensión de Jesús (Lucas 24:50-53), incluyendo la promesa del bautismo del Espíritu Santo. Esto es significativo porque, antes de que Jesús regresara al cielo, el Espíritu Santo no habitaba de forma permanente en nadie. Pero ahora, el Espíritu estaba a punto de descender sobre los apóstoles y los 120 que esperaban en el aposento alto, y a partir de ese momento, moraría continuamente en los creyentes y los capacitaría.


Antes de ascender, Jesús comisionó a sus discípulos a continuar su obra y proclamar el evangelio a toda criatura. Esta era una tarea imposible de cumplir con fuerzas humanas, pero no estarían solos. El Espíritu Santo los asistiría, así como hoy nos ayuda a nosotros a vivir el evangelio. Es el Espíritu quien transforma nuestros corazones y produce en nosotros un carácter semejante al de Cristo (Gálatas 5:22-23), lo cual es evidencia de que realmente estamos viviendo el evangelio. Hoy en día, todo creyente recibe al Espíritu Santo en el momento de la salvación (Efesios 1:13-14), y Él habita permanentemente en nosotros (1 Corintios 6:19). Su presencia no es temporal, nunca estamos solos.

  • Vive con la seguridad de que la presencia de Dios está siempre contigo

Qué aprendemos: Su presencia esta con nosotros

Preguntas para discutir
¿Qué implica para ti personalmente saber que el Espíritu Santo habita permanentemente en tu vida?

2. El Espíritu Santo nos capacita para ser testigos eficaces (vv. 6–11)
Después de escuchar que el Espíritu Santo iba a descender sobre ellos, los discípulos mantuvieron su atención en lo terrenal. Preguntaron cuándo se restauraría el reino de Israel, pero Dios tenía planes mayores. Su reino iba más allá de la tierra, así que los reenfocó hacia lo celestial y les dijo que cuando el Espíritu Santo viniera sobre ellos, serían capacitados para cumplir la Gran Comisión. La palabra usada para “poder” es dynamis, que implica poder, fuerza, capacidad, habilidad y una fuerza milagrosa.


Debemos avanzar con esta misma confianza, sabiendo que es el Espíritu Santo quien nos ayuda a hablar de Dios, y debemos continuar dependiendo de Él, confiando en que nos usará para Su gloria. Nuestra fe no está destinada a guardarse solo para nosotros, sino que debe ser proclamada para que otros la escuchen. Incluso es Él quien convence y transforma los corazones (Juan 16:8); nosotros solo proclamamos. Él es quien prepara al oyente para recibir el mensaje que compartimos.

  • Confía en el poder de Dios para compartir tu fe

Qué aprendemos: Dios nos a capacitados para hablar de Su palabra


Preguntas para discutir

¿De qué manera experimentas la ayuda del Espíritu Santo cuando compartes tu fe con otros?

¿Cómo te ayuda entender que el Espíritu Santo nos capacita con poder (dynamis) para cumplir la Gran Comisión?

Llamado a la acción

Así como Pablo llamó a la iglesia a restaurar al hermano arrepentido, hoy Dios te llama a ti a practicar el perdón de manera activa. Tal vez alguien te ha herido profundamente o tú mismo has fallado, pero la gracia de Dios sigue estando disponible. No te quedes en la amargura ni en la culpa. Perdona. Pide perdón. Restaura.

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